miércoles, 28 de mayo de 2008

Con el sudor de la frente...

En mi vida, pocas veces he tenido la oportunidad de buscar trabajo. Y si bien los trabajos que me han gustado no siempre los he conseguido, siempre he encontrado trabajos que me gustan.

Uno de los primeros trabajos que tuve fue de jornalero en el campo. Siendo niño acompañaba a mis tíos cuando ellos atendían las parcelas que sembraban en aquellos tiempos (principios de los 70's), eso me llevó a aprender algunas de las actividades básicas de los jornaleros. Poner guías para el tomate; regar los surcos con agua del canal usando pipas, etc. Así que, cuando mis parientes dejaron de sembrar; iba al campo de vez en cuando a conseguirme algo de dinero extra. Muy cansado, mucho sol, poca comida; no lo extraño.

Después, ayudé a mi papá con las clases de preparación para el examen de ingreso a la secundaria. Yo tenía a cargo la parte de matemáticas. Lo que nunca pude enseñar fue a sacar la raíz cuadrada. En aquel tiempo yo no quería ser maestro, ya verán lo que pasó.

Mis dos siguientes trabajos fueron similares y relacionados con la preparatoria donde estudié y terminé como técnico electricista. Uno de los pocos veranos que no salimos de vacaciones (estaban construyendo la casa donde viven mis padres ahora y el dinero estaba algo escaso) me consiguieron un trabajo en un taller de reparación y embobinado de motores eléctricos. Fue toda una aventura, desde trabajar con motores del tamaño de un melón, hasta motores tan grandes como un barril de 200 litros. Estaba de chalán (ayudante general) y el primer día que trabajé ahí me pidieron que le quitara las bobinas a un motor y me tardé casi todo el día; mi patrón vió lo que estaba haciendo y después de reírse de mí me explico como hacerlo mas rápido. Así aprende uno.

El otro fué trabajando en un taller de reparación de TV, radio, etc. Igual de ayudante general, desarmar los aparatos, probarlos, limpiarlos y cargarlos cuando llegaban o se iban. Iba 4 horas diarias, durante un año. No me pagaban, porque era considerado prácticas profesionales; no podía recibir paga. No aprendí a reparar los aparatos tampoco.

Durante la universidad trabajé de maestro de guitarra. Una sola alumna, en un club social/deportivo de Guadalajara. Me sentí tan mal de no tener alumnos que solo trabajé un mes y no cobré nunca ese mes.

En mi último año de la universidad, con otros dos de mis amigos, fuimos a quejarnos con la dirección de la carrera respecto a las clases de laboratorio que iban a iniciar (ya que los alumnos primerizos hacían muchos destrozos con el equipo), nos pidieron que presentáramos un temario para la clase y cuando lo hicimos nos dijeron: "OK, ahora ustedes la van a dar". (Otro ejemplo de por qué hay que tener cuidado cuando se pide algo).

De ahí, me quedé cinco años mas trabajando en la universidad, dando clases. Ni quien se acordara que yo no quería ser maestro (¡ni siquiera yo!), me fascinaba el trabajar en la universidad. Trabajé en un par de proyectos, participé en el cambio curricular, y llegó el momento que los cambios acumulados en mi vida me hicieron moverme.

Estaba yo a punto de tomar una decisión respecto que hacer cuando me llama por teléfono una persona de Recursos Humanos de una empresa en Tijuana. En esa empresa había trabajando cerca de 30 de mis exalumnos y me habían recomendado para un puesto en el área de ingeniería. Fuí a la entrevista, me contrataron, me cambié a vivir a Tijuana y me casé con esa persona de Recursos Humanos (¡si, ella me contrató y después se casó conmigo; es un caso mas común de lo que creen!). Al cabo de 8 años un amigo me llamó de otra compañía, que tenían una posición esperando para mí. Me cambié de empresa y también empezó a cambiar mi ritmo de vida.

Ese frenetismo que estaba presente en mi primera empresa fue desapareciendo gradualmente; solo quedaba la sensación de haber dejado la escuela y el que las cosas se hacían de muy diferente manera en otros lugares. 4 años después, partí de esta compañía e inicié a trabajar de consultor. Al mismo tiempo, busqué trabajo en otros lugares; pocos me gustaron. Hasta que llegué a esta empresa donde estoy ahora. Me gustó la empresa, les gustó mi experiencia laboral y a un año después, aquí estoy muy contento con la empresa (ellos siguen contentos conmigo) y disfrutando de lo que pasa aquí.

Hasta luego.

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